La Gran Vía cumple 100 años:
Un siglo no es nada, que se lo digan a un fenómeno, gran dama de España inmune al tiempo roedor, ese rutilante desfiladero icónico llamado "Gran Vía", que vertebra la vibrante Ciudad del Oso y del Madroño. Levantarla fue, a la sazón, considerado tan faraónico, osado y oneroso como resultan, hoy día, ciertas formidables intervenciones urbanísticas del actual alcalde Alberto Ruiz Galardón.
Podría ser un aniversario al uso para un espacio sin duda emblemático, aunque de nombre reciente (1981), pero por el embrujo único que desprenden sus impactantes 1.316 metros de longitud y 25 de anchura queda claro que resulta un hecho de relevancia inaudita tratando con un cariño especial.
Es que desde la Calle de Alcalá hasta la antigua Plaza de San Marcial (hoy Plaza de España), todo rezuma belleza mayestática, cultura, leyenda, magia y anécdotas, agarradas a cada loseta, marquesina y tejado bajo el cielo convulso de la Historia, la de un país excepcional, más bien de una emoción permanente llamada España.
Respecto a los prolegómenos, ya hacia 1881, un Madrid agobiado por la circulación y la demografía galopante soñaba con dotarse de modernos escenarios facilitando su correcta viabilidad y fructífero devenir. Por tanto se conceptuó un trazado de grandes vías que favorecerían la expansión económica capitalina, empezando por un eje central tipo "rue à la parisienne" elegante y funcional, para comunicar adecuadamente el próspero noroeste de la ciudad con el centro de la misma.
La trascendental reforma consistió en un calco de la glamurosa "calle-escaparate" ya reinante en otras urbes europeas, naturalmente en su versión ibérica que facilitaría el tránsito, el desarrollo e instalación de entidades financieras, así como la implantación de atractivos negocios novedosos y comercios de lujo tales como joyerías y sederías.
Para más inri, su creación borraría del mapa una inextricable maraña de lóbregas casas insalubres, angostas callejuelas mugrientas, oscuros tugurios pintorescos que a la sazón, conformaban el saturado e antihigiénico centro histórico urbano, abriéndolos hacia el moderno ensanche ideado por Carlos María de Castro en 1862. Así se lograrían una comunicación directa entre los barrios de Argüelles y Salamanca, la descongestión de la neurálgica Puerta del Sol y se enlazarían las estaciones de ferrocarril de Atocha y Príncipe Pío. Tal como se hacía en otras ciudades europeas, el arquitecto Carlos Velasco propuso pavimentar la calzada con madera y las aceras con enlosado.
SUPERAR EL RECHAZO Y EL CAMBIO HACIA LA MODERNIDAD
Un proyecto de obras, ambicioso, audaz y millonario se aprobó el 21 de agosto de 1904. Una inmediata consternación sustituyó al entusiasmo inicial, frenado por tres actores renqueantes: el furioso vecindario, temeroso de las expropiaciones forzosas; la Madre Iglesia, quién exigió y consiguió modificar la alineación prevista para salvaguardar el Oratorio de Caballero de Gracia y sobre todo topó con el nervio de toda guerra, ese poderoso caballero llamado Don Dinero.
En tres tramos se dividió la obra maestra: el primer o Avenida A (Plaza de San Marcial-Callao), el segundo o Bulevar (Callao-Red de San Luis) y el último o Avenida B (Red de San Luis-Alcalá).
Las cifras recogidas dan una idea del gigantesco esfuerzo, paciencia de hormiga, férrea voluntad y titánico trabajo que miles de manos talentosas surtieron para alumbrar una arteria incomparable con apellido de género chico, nacida para deslumbrar e impactar. Su fuerza evocativa del sentir español enseguida propulsó la futura Gran Vía de Madrid a la leyenda, por su modernismo, suntuosidad, representatividad y sobre todo, su fama de insomne de España.
La descomunal expectativa caló tan hondo en la gente que brotó una zarzuela esencial del género chico, inicialmente llamada Revista lírico-cómica, fantástico-callejera en un acto. El pueblo, veloz, práctico y raudal, la rebautizó como "Gran Vía".
La música corrió a cargo de Federico Chueca y Joaquín Valverde y el libreto fue obra de Felipe Pérez y González. Estrenada en el Teatro Apolo madrileño el 2 de julio de 1886, paseó su palmito por París, Roma y diversas capitales, desatando el fervor por doquier y de un espectador alemán famosísimo, Friedrich Wilhelm Nietzsche.
Por disgusto de los impacientes partidarios (el Rey Alfonso XIII, los Condes de Romanones y de Peñalver como aristocráticos ejemplos) y satisfacción de los iracundos contrincantes, los ansiados postores brillaron por su ausencia hasta 1909, fecha a la cual se adjudicaron las subastas de obras al banquero francés Martín Albert Silver por 29 millones de pesetas.
Al cabo de un interminable lustro de dilación, el 19 de febrero de 1910, uno de los más entusiastas impulsores de la obra, el alcalde, periodista, médico y escritor José Francos Rodríguez (1862-1931) pudo por fin rubricar su firma en la escritura y Madrid hizo de su principal anhelo urbanístico con nombre de zarzuela universal, una feliz realidad.
Así, un 4 de abril de hace cien años, día que el periódico ABC (1,50 Pesetas, 20 páginas en la época) describe como "frío, desagradable, pero sin temporal de nieve y después de una noche de frío cruel", se informa que después de escuchar la Marcha Real y los discursos oficiales, S.M. El rey Alfonso XIII, acompañado por su regia esposa, Victoria Eugenia de Battenberg, de pieles y elegante negro vestida, dio el pistoletazo de salida al moderno Madrid, golpeando con una minúscula piqueta de plata el primer edificio que iba a ser derribado, verbigracia la antigua casa del párroco, aledaña a la Iglesia de San José, en la confluencia de la Gran Vía con la calle Alcalá.
LA GRAN VÍA EN CIFRAS
Demolición: 312 casas.
Nivelación: 44 lotes de terreno;
Desenlosar: 8856 metros de aceras.
Deshacer: 26.365 metros cuadrados de empedrado y adoquinado.
Quitar: 14335 metros lineales de cañerías de agua y de gas, y 274 farolas.
Transportar y nivelar: 61.799 metros cúbicos de escombros y 31.997 de terraplén.
Enlosar: 18.777 metros cuadrados de acera.
Adoquinar: con granito, 35.616 metros cuadrado.
Asfaltar: 11.373 metros cuadrados.
Alcantarillar: 2.502 metros lineales.
Canalizar: 1.315 metros lineales para las aguas, el gas y la electricidad.
Colocar: 1.316 metros lineales de tubos de fundición para conducir el agua.
Disponer: 7.024 metros lineales de tubo de plomo.
Organizar: 174 sumideros de incendios y tomas de aguas.
Distribuir: 219 farolas a gas y 66 lámparas de arco.
http://www.periodistadigital.com/ocio-y-cultura/arte-y-diseno/2010/04/05/gran-via-madrid-100-anos-callejero-madrid-historia-fotografia-viejo-madrid.shtml